Se ha vuelto una constante en Colombia, la vinculación de los funcionarios públicos y en particular de los congresistas con casos de corrupción y por ende se ha hecho recurrente en los noticieros, la vinculación de éstos últimos a procesos penales por tráfico de influencias, peculado por apropiación, celebración indebida de contratos, etc.
Este es el caso por ejemplo de la vinculación del senador del Polo Democrático, Iván Moreno, con el caso del “carrusel de las contrataciones”, lo que supuso, en efecto, su detención por orden de la Corte Suprema de Justicia la semana pasada. O bien el caso de los trece senadores, vinculados a un proceso por tráfico de influencias, al haber nombrado en la Dirección Nacional de Estupefacientes, personas cercanas como depositarios o administradores de bienes incautados a narcotraficantes. Por último, el reciente caso de la representante a la Cámara, Lucero Cortés quien se encuentra actualmente en detención domiciliaria por la investigación que se le adelanta por tráfico de influencias, entre muchos otros casos.
Esta sucesión indefinida e ilimitada de casos de corrupción, nos hace reflexionar entorno a la precaria función y poca eficacia del control político en nuestro país. ¿Acaso la función de este control no es la de buscar un equilibrio de poderes entre los diferentes órganos, de forma que se puedan prevenir eficientemente casos de corrupción como los anotados anteriormente?
No parece razonable, que los casos de corrupción en nuestro país, muchas veces queden impunes y que los pocos que se hacen visibles, sean corregidos sólo posteriormente mediante sentencias proferidas por parte de la rama judicial. Esto sólo demuestra una cosa, y es que el control político previo no está funcionando correctamente. Parece que se nos olvidara la importancia de un control político previo, ejercido desde las instituciones, desde los partidos políticos y desde la ciudadanía, de forma que no se haga necesario la espera de una sentencia proferida por parte de un juez de la República, para enmendar sólo posteriormente el actuar de nuestros funcionarios públicos.
Dentro de los regímenes democráticos se ha reconocido la necesidad de establecer un control político entre los diversos detentadores del poder en un Estado. En efecto, ese control en Colombia, se manifiesta de múltiples formas, entre las cuales se pueden mencionar las siguientes:
En primer lugar el control político del legislativo hacia el ejecutivo, en virtud del cual es posible requerir y emplazar a los Ministros y demás autoridades, y conocer de las acusaciones que se formulen contra altos funcionarios del Estado. La moción de censura y la moción de observación son ejemplos de este tipo de control.
En segundo lugar, también existe un control político del ejecutivo sobre el legislativo, como por ejemplo la facultad que tiene el presidente de objetar los proyectos de Ley, por razones políticas.
En tercer lugar, existe un control de los partidos políticos hacia sus miembros, como por ejemplo el ejercido mediante las comisiones de ética hacia sus militantes, al interior de cada uno de los partidos.
En cuarto lugar, existe un control del electorado sobre los elegidos, es decir un control político de la ciudadanía por ejemplo mediante mecanismos de participación ciudadana como la revocatoria de mandato, el voto, las veedurías ciudadanas, entre otros.
Así pues, los sucesivos casos en donde funcionarios y en particular congresistas se han visto vinculados en procesos penales por diversos casos de corrupción, da cuenta de cómo es necesario fortalecer un control político previo en nuestro país, haciendo uso de los mecanismos constitucionales, legales y estatutarios de los partidos políticos establecidos para el efecto.
En particular la ciudadanía y los partidos políticos tienen un rol muy importante que jugar en este sentido: una ciudadanía empoderada y que ejerza este control social es garantía del ejercicio de una política más transparente y unos partidos políticos que hagan seguimiento mediante los diversos mecanismos estatutarios y legales establecidos, como las veedurías, Consejos de control ético y Tribunales disciplinarios, es garantía de un control previo que puede desincentivar ese tipo de actuaciones tan desafortunadas y nocivas para nuestro Estado de Derecho.